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    Viaje al corazón del poder del sonido (1/3)

    Erin | 15 noviembre 2019

    “Si desea encontrar los secretos del universo, piense en términos de energía, de frecuencia y de vibración.“ En una simple frase, Nikola Tesla, el brillante inventor que nunca recibió un título universitario, pero registró más de 300 patentes, resumió brillantemente la naturaleza fundamental del universo. Uno de sus contemporáneos, Max Planck, el físico alemán y padre de la física cuántica, se hizo eco de este punto en 1944 con un discurso revolucionario, afirmando que la materia como tal no existe y que está ligada a la conciencia del observador. En aquella época, el cambio de paradigma fue total, socavando el enfoque clásico y puramente objetivo del mundo físico hasta entonces vigente. Descartada entonces la visión de una materia inerte y fija, aparentemente sólida. La realidad es diferente: las partículas atómicas vibran a velocidades vertiginosas, y son retenidas en un campo de energía... y de vacío. Ocho décadas más tarde, esta comprensión ha abierto nuevos caminos en las mentes, alejándose del marco estrictamente científico para hacer evolucionar las consciencias más profundamenter.

    La ciencia contemporánea, más tarde, ha confirmado ampliamente la naturaleza vibratoria del universo. La teoría de cuerdas, que actualmente está siendo explorada por los físicos cuánticos, propone un modelo en el que todas las partículas y fuerzas fundamentales de la naturaleza podrían ser diminutas cuerdas o filamentos de energía en vibración. La Astrofísica, por su parte, ha revelado un ruido de fondo en el universo, vibrando secretamente a través del espacio cósmico, mientras que la NASA ha capturado y grabado las frecuencias sonoras emitidas por los planetas. En la escala del cosmos, según el filósofo y teórico húngaro Ervin Lazlo, las estrellas y galaxias enteras vibran al unísono.
    En las profundidades del espacio cósmico, se toca una sinfonía universal: la armonía de las esferas, descrita por Pitágoras.

    EL HOMBRE, UNA UNIDAD VIBRATORIA

    Ya sea que exploren el universo de lo infinitamente pequeño o de lo infinitamente grande, estos avances científicos tienen un impacto considerable. Al eliminar los viejos y obsoletos patrones de pensamiento, actualizan la forma en que vemos no sólo el mundo que nos rodea, sino también a nosotros mismos. Frente a esta nueva conciencia de la materia en la que todo es vibración, ¿cómo es nuestra relación con esta entidad material que llamamos “cuerpo“? Porque después de todo, si el hombre no está separado del universo, la declaración de Tesla, transpuesta a la escala humana, bien podría entenderse así: “Si quieres encontrar los secretos del hombre, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración.“ Desde esta perspectiva, el hombre, en su conjunto, puede ser visto de una manera completamente diferente: ya no es solamente esta prodigiosa máquina compuesta de huesos, de carne y de sangre, extraordinariamente compleja, sino que también es una unidad vibratoria que interactúa con su entorno, también vibratorio. De esta manera, podemos entender mejor el impacto de las frecuencias de sonido en el hombre, el cuerpo reconoce naturalmente el lenguaje vibratorio que le es propio: el contacto es inmediato; la correlación es directa, según el principio de resonancia.
    Las frecuencias de sonido tienen una influencia directa en nuestra naturaleza vibratoria fundamental.

    EL SONIDO, ARQUITECTO DE LA MATERIA

    Si bien los efectos del sonido producen impresiones variables según las personas y las sensibilidades, son sin embargo observables de manera objetiva pues están sujetos a leyes fundamentales. Musicalmente, esto significa que independientemente de nuestras preferencias estéticas, una canción de rock duro no impacta en el cuerpo de la misma manera que una obra de Mozart. A este respecto, se han realizado experimentos importantes que permitieron hacer visibles los efectos del sonido sobre la materia, como por ejemplo las célebres Figuras de Chladni, fruto del trabajo del físico alemán Ernst Chladni, fundador de la acústica moderna: la arena es colocada sobre una placa de metal, cuyo borde es frotado luego verticalmente con un arco. Bajo el efecto de la vibración y en función de las frecuencias producidas, los granos de arena se mueven para formar figuras geométricas regulares, casi perfectas.  
      El investigador japonés, Masaru Emoto, ha constatado lo mismo, cuando observó bajo el microscopio, los cristales de hielo obtenidos de un agua destilada, previamente expuestos a diferentes estilos de música: así, los cristales también revelan sus formas geométricas extraordinarias, más o menos complejas y armoniosas según la música, y en las que encontramos elementos de geometría sagrada. Si tenemos en cuenta que nuestro cuerpo está compuesto en un 70% de agua, es fácil imaginarnos el impacto que las frecuencias sonoras pueden tener en todo nuestro organismo. .
    Si bien es verdad que el sonido tiene un impacto en la materia, es sobre todo el arquitecto que la modela y la organiza.
      (continúa...)

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